miércoles, 5 de enero de 2011

Emma's sighs (continuará...)


          Mi pelo parecía moverse al compás del viento, sentía en la palma de mis manos la fina arena de aquella orilla donde las olas en su incesante vaivén mojaban mis pies. El sol, allí donde el azul del cielo y el del mar parecían ser el mismo, se hacía notar llenando de luz aquella mañana de septiembre. Monet, mi querido San Bernardo de un añito, estaba sentado a mi lado, y miraba fijamente el mar. Le acaricié. Mis padres me lo habían regalado el año anterior por mi cumpleaños, me iba de casa a estudiar en la ciudad y éste me acompañaría en este gran cambio. Se lo agradecía, ya que sin este magnífico compañero me hubiera sentido sola en muchas ocasiones.
            Me levanté y caminé por la orilla, mi perro se zambullía en el agua de cuando en cuando mientras me seguía. Me quedaban tres días más en la ciudad, después volvería al pueblo, a ver a mi familia antes de que las clases empezaran.
-          ¡Vamos, Monet! – me di la vuelta para llamarle. Era la hora de volver.
Cuando llegamos me duché, después cogí el teléfono y marqué a mi casa pero nadie contestó.
Saqué una cazuela y puse agua a hervir. Llené el recipiente donde Monet solía comer, y en otro le puse agua. El teléfono sonó.
-          ¿Si, dígame? –Pregunté al contestar.
-          ¿Anne? –preguntó la otra voz.
-          Sí, soy yo.-contesté.
-          - ¡Menos mal!, te he estado llamando toda la mañana, querida.
Sabía perfectamente que era mi tía, la hermana de mi madre, no tenía hijos y solía llamarme para ver como estaba.
-          Hola, estaba en la playa, no te preocupes, estoy bien.- Intenté calmarla.
-          Ya sé que tú estás bien…los que…- dudó - los que no están bien son… son tus padres.
-          -¡¿Qué?! , ¿Qué ha pasado, Rose?- pregunté preocupada.
-          Bueno ellos… tienes que venir enseguida- Colgó el teléfono.


No hay comentarios:

Publicar un comentario