martes, 8 de junio de 2010

... ♥ ...

- ¡Mirame!- Gritó ella.

La lluvia mojaba su rostro, el frío golpeaba su cara y aquel vestido se le pegaba al cuerpo empapado. Se sentía dolida y lo demás no le importaba. Él, se volteó y la miró.

- No te vayas... -Le pidió en un suspiro. -Sé que me he portado mal, que he sido una ingrata y una cría y que no te merezco, pero también sé que me haces falta porque si contigo he sido así sin ti me volvería loca, nada me importaría demasiado y todo lo que ahora tiene sentido carecería de él.

Él la observaba, sus ojos contenían ira, mientras que los de ella solo contenían dolor y miedo. Las gotas de lluvia brillaban cayendo al asfalto debido a la luz de la farola. Decidió contestarla.

- Siempre tuve miedo a equivocarme, siempre abordé los problemas de la mejor forma que supe, pero tu... tu has puesto patas arriba todo en lo que yo creía, me has hecho cuestionar todo en lo que me basaba, todo en lo que sientía... ¿y ahora qué?... ¡ahora nada!... solo me queda esa extraña sensación de que todos los días te hice sonreir y que solo con eso ya me sentía realizado.

- Te crees que sabes de todo, pero sabes de la vida lo que yo sé de astronomía, es decir, ¡nada!, y si algo es obvio es que todo el mundo tiene derecho a equivocarse, a cometer errores, a rectificarlos. Y no me vengas con la impetuosa razón de que todo lo que hiciste lo hiciste por nosotros, porque recuerda aquellos instantes en los que yo también fui buena contigo, en los que yo te sonreí a pesar de que todo iba mal. Olvida los malos momentos y yo olvidaré las malas costumbres.

Ella, con miedo al rechazo y temblando, extendió su mano hacia él. Él, sin saber que decisión tomar, se quedó inmovil durante unos segundos pero fueron los suficientes para darse cuenta de que ella tenía razón. Agarró su mano y en silencio caminaron juntos bajo la lluvia.


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